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El uso de las fuerzas sutiles conocido como milagro.


Muchas de las extraordinarias hazañas de grandes Maestros como Jesús pueden considerarse verosímiles a la luz de los conocimientos de la física moderna, por lo menos en lo que respecta a la definición de los principios conocidos desde hace mucho tiempo por estos maestros que manejaban estas fórmulas cósmicas con la misma facilidad que los científicos mezclan en su laboratorio sustancias simples para crear nuevos compuestos.  Los investigadores que van a la vanguardia de la ciencia, verdaderos visionarios en sus respectivos campos de estudio, han penetrado en el núcleo de la sacrosanta materia densa – que había permanecido oculto durante eones – con la finalidad de revelar su estructura electromagnética y contemplar las sorprendentes maravillas de la materia al sublimarse y transformarse en los destellos de luz que, a su vez, se metamorfosean en conciencia, en sustancia mental.

<Lo que impresiona nuestros sentidos como materia es, realmente una enorme concentración de energía dentro de un volumen relativamente muy reducido>, escribe el profesor Einstein en su libro La Evolución de la física.  Y el renombrado astrofísico Sir Arthur Stanley Eddington explica:  El mundo que vemos y experimentamos en la vida cotidiana es simplemente un espejismo accesible que se adapta a nuestros muy limitados sentidos – una ilusión conjurada por nuestras percepciones y por la mente -. Todo cuanto nos rodea (incluyendo nuestro propio cuerpo), que aparenta ser tan sustancial, no es otra cosa en esencia que una efímera red de ondas-partículas que giran a una velocidad vertiginosa, que es prácticamente un vacío total; lo que llamamos «materia» es, en su mayor parte, vacío, tan desprovisto de materia como el espacio intergaláctico que se encuentra vacío, excepto por ocasionales puntos y cargas eléctricas dispersas>.

En su libro «El misterioso universo», el físico Sir James Jeans, de la universidad de Cambridge, declara: ¨Existe hoy un amplio acuerdo, que en el aspecto físico de la ciencia se aproxima mucho a la unanimidad, en que la corriente de los conocimientos se dirige hacia una realidad no mecánica; el Universo comienza a parecerse más a un gran pensamiento que a una inmensa máquina.  La mente no aparece ya como una intrusa accidental en el reino de la materia y comenzamos a sospechar que más bien debemos saludarla como el creador y gobernador de ese reino.  Y esa mente no es, naturalmente, el conjunto de nuestras mentes individuales, sino aquella en que los átomos de donde éstas nacieron existen como pensamientos.

¨El viejo dualismo de mente y materia parece llamado a desaparecer no a través de la materia, que se hace cada vez más tenue e insustancial, ni tampoco a través del espíritu reducido a una función del trabajo de la materia, sino a través de una materia sustancial que se resuelve en una creación y una manifestación de la mente¨.

¨Propondremos esta conclusión contundente:  la sustancia del mundo es sustancia mental¨, resume Eddington en su libro ¨The nature of the physical world¨.  Al referirse con abierta franqueza a las limitaciones de las investigaciones que se reducen al ámbito de lo material, escribió:  ¨En lo concerniente a la naturaleza de las cosas, el conocimiento científico es sólo una cáscara vacía, la forma estructural, pero no un conocimiento del contenido.  Todo el universo físico está lleno de ese contenido desconocido, que se compendio de los aspectos mas profundos del mundo de la física que, sin embargo, resultan inalcanzables por los métodos de la Física¨.  Refiriéndose a los métodos que con más profundidad que los de la ciencia material nos permitan conocer la naturaleza, el profesor Brian D. Josephson, de la universidad de Cambridge, y premio Nobel de Física en 1973, elogió los antiguos sistemas de la filosofía hindú:  El vedanta y el Sankhya poseen la clave para acceder a las leyes de la mente y de los procesos del pensamiento, los cuales están correlacionados con el campo de la física cuántica, es decir, con el funcionamiento y distribución de las partículas a nivel atómico y molecular. (Espacio tiempo y gravitación: Un esbozo de la Teoría de la Relatividad General, Cambridge University Press, 1920).

Cuando el hombre comprende científicamente la naturaleza espiritual de la creación y el dominio que ejercen las almas iluminadas sobre las leyes que subyacen a dicha creación, le es posible aceptar no sólo la viabilidad de los milagros, sino el hecho de que existen numerosas maneras de llevarlos a cabo, como puede verse en los diversos métodos de curación que Jesús y otros maestros utilizaron.

Paramahansa Yogananda, La Segunda Venida de Cristo Vol II. Editorial Self Realization Fellowship.