El principio del conocimiento consciente en el hombre, descrito en la ciencia del Yoga como «chita», es el receptor de las percepciones, de la misma forma que un aparato de televisión capta los sonidos o imágenes que atraviesan el éter. El ojo espiritual de la intuición es el que transmite hacia la conciencia tales percepciones provenientes de la omnipresencia. Por lo tanto, en el estado de concentración profunda que se alcanza mediante la práctica de los métodos científicos de la meditación yóguica, el sentimiento (el conjunto de componentes mentales que constituyen la conciencia inteligente) y el ojo espiritual operan unidos para perfeccionar y elevar la conciencia humana — el hijo del hombre — hasta un estado de receptividad en el que dicha conciencia logre sintonizarse con las vibraciones más sutiles de la manifestación espiritual. No es posible comunicarse con los sublimes reinos celestiales, ni con los excelsos santos y ángeles que residen en esas regiones, por medios tales como los médiums o las demostraciones psíquicas, que pueden, a lo sumo, alcanzar sólo los planos astrales comunes o inferiores y sus habitantes o, más frecuentemente, entidades poco confiables apegadas a la tierra.
Paramahansa Yogananda, (La Segunda Venida de Cristo, primera edición en español de la editorial Self-Realization Fellowship: 2011 (volumen I))